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Las mechas de velas arden dentro de los cuencos y las cortinas de voile transparentes bailan furiosas con el viento.

La noche se mece en una nebulosa caliente de perfume denso.

Vapores blancos emergen de vasijas colmadas de granos de incienso encendidos.

La mirra haría de ello una poción mágica, sin embargo su lugar fue ocupado por la ruda y el plumerillo, fáciles de conseguir a esas horas. 
De aroma fresco, rugoso, áspero y apestoso a la vez, llena el ambiente y hace salir a cuanta mala onda quiera vibrar allí.

La mesa de cristal ocupa el patio y se viste de fiesta para estar acorde a la velada.
Platos dispuestos, fuentes colmadas de frutos

y copas de diversos tamaños esperan ser inmersas en la máquina de frío, 

para ser inundadas de brebajes fuertes y helados.

Unas manos húmedas de sudor permiten reflejar en su brillo, un torso casi desnudo.

Una tina clara refleja a manera de danza, los brillos de las luces de colores. 
Las figuras entran una tras la otra y se empapan de los aromas impregnados en ella minutos antes.
Varas de romero en flor, espliego desecado, angélica, malvarrosa convertidos en infusión colada y gotas de aceites calientes como la noche, ylang, rosa, sándalo y .... lo que dé.

Para estimular los sentidos, por si hace falta...
la música no se hace esperar.

Cascaritas de naranja y rodajitas de limón verde flotando para hacer de esponja.

Cuerpo dispuesto

a saciar todo el deseo contenido y desempolvar la amargura y sed antiguas,

abriendo sus pétalos y dejando fluir el néctar ansiado.

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En esta semana las notas no son muy técnicas, solo que dejé entrar al aroma del amor en el blog.

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